10 sept 2010

Kapuscinski, el maestro que recorrió el mundo


Raúl Peñaranda U. *

Gabriel García Márquez lo llamaba “maestro”; John Le Carré decía de él que era un enviado de Dios; el novelista norteamericano Paul Auster opinaba que era el escritor más importante del mundo; el filósofo español Fernando Savater lo calificaba como el “gran humanista contemporáneo”; en 1999 fue elegido el mejor periodista del siglo XX; ganó el premio Príncipe de Asturias y sus libros vendieron más de un millón de ejemplares. Con razón era un candidato a obtener el Nobel de literatura. Y, sin embargo, Ryszard Kapuscinski se caracterizaba por su modestia. “A mí los grandes reconocimientos no me quitan el sueño. Yo soy feliz tomando un café, conversando, leyendo poesía, dando un paseo”, nos dijo a un grupo de periodistas en un taller realizado en Caracas el 2004 por la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano. “Y, por favor, no me digan maestro, llámenme Ricardo”.

Kapuscinski, que murió el pasado 23 de enero en su Polonia natal a los 74 años, es autor de una veintena de libros que se caracterizan por una estructura originalísima. Además, se puede decir que es el creador de un nuevo género periodístico, mezcla de crónica, reportaje y autobiografía, que se ha venido a denominar el “reportaje-ensayístico”.

El “reportero del siglo” estudió historia pero empezó a trabajar como periodista siendo muy joven “porque todos los redactores habían muerto en la Segunda Guerra” y fue enviado como corresponsal de la agencia polaca PAP a varios países del mundo entre los años 1958 y 1981, especialmente del Africa. Estuvo 18 años en ese continente, yendo y viniendo desde Polonia, y también viajó incansablemente por Asia y América Latina. El no concebía el periodismo si no estaba ligado a la reportería, a vivir en carne propia los hechos sobre los cuales posteriormente informaría. Era tan osado, siempre en la línea de avanzada, que estuvo varias veces ante el riesgo inminente de morir: fue perseguido por guerrilleros en el Congo, rociado con gasolina para ser quemado vivo en Nigeria, encarcelado y mandado a ejecutar en Burundi, contagiado de viruela, atacado por una cobra, picado por un escorpión. En una ocasión fue testigo de la muerte de inanición de un poblado africano íntegro y en otra le silbaron las balas encima de la cabeza en la guerra entre Honduras y El Salvador.

Cubrió 27 revoluciones y decenas de guerras en 12 países de Africa, Asia y América Latina. Un periodista mexicano contabilizó que había dado conferencias en 36 países distintos solamente el año 2000.

Sus libros

Su primer libro de importancia internacional fue “El emperador”, escrito en 1978, sobre la caída de Haile Selassie, el emperador de Etiopía que había gobernado entre 1930 y 1974. Este texto es una descripción irónica y a la vez aguda del poder omnipotente que tenía Selassie en su país y que –nos lo dice Kapuscinski– se hacía llamar también “León triunfador de la tribu de Judá”, “Elegido de Dios” o “Rey de reyes”.

En 1987 publicó “El Sha o la desmesura del poder”, en el que se relatan las características del régimen despótico del Sha Reza Pahlevi y el posterior ascenso al poder del Ayatolah Jomeini. La estructura del libro es muy original, luego copiada por otros periodistas en diversos reportajes. En “El Sha…” Kapuscinski relata que está en su habitación de su hotel, el día que deja Teherán, y menciona todo lo que está sobre la cama: fotografías, recortes de periódico, notas, cartas. Al describir uno a uno estos elementos a lo largo del libro lleva al lector de la mano por la historia contemporánea de Irán, los excesos del régimen del Sha y la llegada al poder de los integristas islámicos.

“La guerra del fútbol y otros reportajes” se publicó en 1992. Presenta una compilación de magistrales reportajes y crónicas escritas en diversos países, empezando por el texto que escribió luego de que Honduras y El Salvador tuvieron una breve conflagración bélica provocada por un partido de fútbol entre sus dos selecciones.

Al año siguiente se publicó “Imperio”, una visión panorámica y a la vez de detalle, una mirada global y al mismo tiempo particular de la vida de la ex Unión Soviética. El libro arranca con el primer contacto de Kapuscinski con el “imperio”: tenía siete años cuando el NKVD –la policía antirepresiva del régimen– llegó a su ciudad natal, Pinsk, y detuvo a los miembros de la resistencia. Uno de los apresados y luego asesinados fue su padre.

En 1998 apareció su afamado libro “Ébano”, un magistral repaso, personal y profundo, íntimo y erudito, del Africa que el conoció en sus largas estadías y viajes. Se dice de ese libro que no hay diplomático de país occidental que viaje a ese continente sin leerlo previamente.

Más recientemente han sido publicados “Los cinco sentidos del periodista”, editado por la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano, que lo trajo tres veces a América Latina a dictar talleres con periodistas, y “Los cínicos no sirven para este oficio”, una defensa radical de la ética periodística. “Un buen periodista debe ser primero una buena persona”, le gustaba decir.

“El Nobel no me sirve”

Y si bien escribió sobre el Sha o el emperador de Etiopía y fue testigo de revoluciones y guerras, lo que más le gustaba hacer a Kapuscinski era hablar de la gente común, del vecino anónimo de una remota ciudad ganesa o un poblado hondureño. Y decía sentirse mucho más cómodo en el Tercer Mundo, “donde todo tiene más sentido, donde todavía existe la esperanza y la amistad genuina”. Podía pasar años sin volver a Polonia con tal de estar entre latinoamericanos o africanos.

Cuando lo conocimos en Caracas el 2004, además de su proverbial modestia, nos llamaron la atención sus pies pequeños, sus caderas estrechas, su baja estatura, su cabello canoso y ralo. Ese era el hombre que había influido a generaciones de periodistas, enfrentado a la muerte cara a cara y nuevamente mencionado para el Nobel de ese año. En una de nuestras conversaciones le comenté la posibilidad de que se lo entregaran. “Tengo 72 años, me dijo. He vivido intensamente y me las he ingeniado para ser feliz. ¿Tú crees que el Nobel me serviría de algo?”.


* Raúl Peñaranda U. es periodista boliviano, director del semanario La Epoca y colaborador de SdP. Fue director-fundador del semanario Nueva Economía. Trabajó en las agencias AP y ANSA y en los diarios Ultima Hora y La Razón. tomado de : saladeprensa.org

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