31 ago 2010

PERIODISMO DEL SIGLO XXI


Un periodista, ¿qué es?

¿Qué es un periodista? Si analizamos la palabra, un periodista ("journaliste") es un "analista del día". Sólo dispone de un día para analizar lo que ha pasado. Se puede decir que un periodista es rápido, si consigue analizar, en un día, lo que pasa. Pero actualmente todo se produce en directo y en tiempo real; es enseguida, tanto en la televisión como en la radio. La instantaneidad se ha convertido en el ritmo normal de la información. Un periodista ya no debería llamarse periodista hoy en día. Debería llamarse instantaneísta. Pero todavía no sabemos analizar al instante. Por tanto, no hay análisis, ya que no hay distancia. Al final, el periodista tiene cada vez mayor tendencia a convertirse en un simple vehículo. Es el canal que enlaza el suceso y su difusión. No tiene tiempo de filtrar, ni de comparar, porque si pierde mucho tiempo haciéndolo sus colegas le ganarían la partida. Y, por supuesto, alguien se lo reprocharía.

Estamos en un sistema que poco a poco considera que hay valores importantes (instantaneidad, masificación) y valores menos importantes, es decir menos rentables (los criterios de la verdad). La información se ha convertido ante todo en una mercancía. Ya no tiene una función cívica. Nosotros, aquí, todavía nos lo creemos, pero ¿acaso no seremos un recuerdo? ¿Somos reales? ¿Virtuales?

La información tiene un valor mercantil y el sistema se organiza para comprar y vender informaciones que tengan un valor mercantil, sin ninguna referencia ya a la generosidad cívica. Esto no quiere decir que en este sistema no afloren algunas verdades o que no haya periodistas que hagan su trabajo. En algunas ocasiones, la información sigue siendo un instrumento útil para despertar el sentido cívico.

Como nos encontramos en un movimiento que se puede llamar de homogeneización cultural a escala planetaria, a pesar de las resistencias (que, por otra parte, deseamos ver reforzadas), este fenómeno tiene tendencia a imponer sus modelos en todo el mundo. ¿Cuál es el modelo actual en el ámbito de la información? Es la CNN. Cada vez gana más terreno la información

basada en imágenes y sonidos, difundida permanentemente por una cadena que tiene capacidad planetaria. Muy probablemente, este modelo irá impregnando poco a poco todos los demás.

El telediario que vemos en Francia a las ocho de la tarde es, en este momento, un tipo de modelo universal. Con todas las diferencias culturales que se quiera, la estructura de la narración, la retórica, es la misma en todas partes. Ya sea en el interior de Bolivia, el sur de África o en el corazón de la India, allá donde haya un telediario, estará hecho de la misma manera. ¿Pero es la única manera de hacer un telediario? No, sólo es un modelo.

Este modelo fue inventado por la CBS en los años 60 y el primer presentador fue un señor llamado Walter Cronkite. Se inventó esta fórmula, con un presentador único que está desde el principio hasta el final; no se hacía antes así. En los telediarios del tipo arcaico tradicional, se sucedían varios presentadores, como en los periódicos, donde cada uno habla del tema que conoce. Por otra parte, también se decidió dar informaciones muy cortas, para no aburrir al público, y así funciona de un extremo a otro del planeta.

Francia adoptó este modelo hacia mediados de los años 70 (el primero fue Joseph Pasteur), pero se trata de un modelo importado. En este sentido, no somos muy distintos de cualquier país exótico. Hemos adoptado un modelo norteamericano.

¿Qué ocurre en la actualidad? Aparecen cadenas de información continua; LCI es una de ellas, los británicos han creado Skynews; y se crearán otras. ¿Qué son? Son imitaciones de la CNN. Mañana, estarán en el mundo árabe, en África negra, en Sudamérica ya las tienen, etc.

El periodista de ayer y el de hoy


Teóricamente, hasta ahora, se podía explicar el periodismo de la siguiente manera. El periodismo tenía una organización triangular: el acontecimiento, el intermediario y el ciudadano. El acontecimiento era transmitido por el intermediario, es decir, el periodista que lo filtraba, lo analizaba, lo contextualizaba y lo hacía repercutir sobre el ciudadano. Ésa er

a la relación que todos conocíamos. Ahora este triángulo se ha transformado en un eje. Está el acontecimiento y, a continuación, el ciudadano. A medio camino ya no existe un espejo, sino simplemente un cristal transparente. A través de la cámara de televisión, la cámara fotográfica o el reportaje, todos los medios de comunicación (prensa, radio, televisión) intentan poner directamente en contacto al ciudadano con el acontecimiento.

Por tanto, se abre camino la idea de que este intermediario ya no es necesario, que uno ya puede informarse solo. La idea de la autoinformación se va imponiendo. Es una tendencia ciertamente peligrosa. Ya he tenido ocasión de desarrollarla, porque se basa esencialmente en la idea de que la mejor manera de informarse es convertirse en testigo; es decir, este sistema transforma a cualquier receptor en testigo. Es un sistema que integra y absorbe al propio testigo en el suceso. Ya no existe distancia entre ambos. El ciudadano queda englobado en el suceso. Forma parte del suceso, asiste a él. Ve a los soldados norteamericanos desembarcando en Somalia, ve a las tropas del señor Kabila entrando en Kinshasa. Está presente. El receptor ve directamente y, por tanto, participa en el acontecimiento. Se autoinforma. Si hay algún error, él es el responsable. El sistema culpabiliza al receptor, y éste ya no puede hablar de mentiras, puesto que se ha informado por su cuenta.

De la misma manera, el nuevo sistema da por buena la siguiente ecuación: "ver es comprender", lo cual puede parecer muy racional. Podemos decir que la racionalidad moderna, derivada del Siglo de las Luces, se ha construido en contra de esta ecuación. Ver no es comprender. Sólo se comprende con la razón. No se comprende con los ojos o con los sentidos. Con los sentidos, uno se equivoca. Por tanto, es la razón, el cerebro, el razonamiento, la inteligencia, lo que nos permite comprender. El sistema actual conduce inevitablemente o bien a la irracionalidad o bien al error.